Una palabra. Una sola palabra.
Cualquiera.
Para empezar.
Y tratar de escribir mi primer artículo en castellano.
Siempre hay una primera vez, y siempre hay nuevas primeras veces a lo largo de la vida!
Pues ya está : me llamo Anne (cuidado, no se pronuncia la "e"), tengo 25 años, soy francesa y hace dos minutos empecé a escribir mi primer artículo en un idioma que no es el mío: el castellano, que no es que lo lleve en la boca ni mucho menos en la sangre, pero - por no sé qué razón exactamente – llevo impregnado en el alma y el corazón...
Bueno, mentira! Este artículo empecé a escribirlo anoche, en mi mente. Justo al dar la vuelta a la página n°497 del libro "Y de repente fue ayer" de Boris Izagirre. Cuatro cientos noventa y siete, y ultima... Era la medianoche, estaba sentada en uno de estos trenes antiguos que todavía circulan en la periferia de Paris, sobrevivientes de mi época de nacimiento o más allá todavía. Uno de estos trenes que se parecen a una lata de sardinas, también en el olor! Volvía a casa después de haber tomado una cerveza, sentada en la orilla del canal San-Martin, en el barrio 10 de Paris. Un barrio que se quiere bohemio, artístico y alternativo pero que en realidad es bastante pijo, un barrio que aquí llaman "bobo" (contracción de bourgeois = burgués y bohème = bohemio)... y... que me encanta! Pues, me quede totalmente despistada, con ganas de llorar pero sin lograr soltarlo, y con ganas de gritar porque no podía terminar así ni tan de pronto!
"Y de repente se acabo"...
¿Habrá una continuación? ¿Habrá una traducción al francés para que lo lean mis compatriotas?
La única certeza que tenía es que quería hablar de este libro. Pero no podía hacerlo en francés porque esta historia me la había bebido en castellano, la estaba digiriendo en castellano y el poder de sus palabras iba a correr por mis venas en español! ¿Además, quien de mis amigos lo iba a leer en una lengua que no entienden?!
Pero vamos, que vergüenza, con lo perfeccionista que soy : yo, pretendiendo escribir un artículo en castellano...
Y al final, ¿qué? Las dudas en la escritura son las mismas en francés, incluso menos que en francés ¡no tengo excusa!
Este libro habla de Efraín y Óvalo. Habla de un huracán, del miedo a las gallinas, de un orfanato, de prostitución de niños, de un incendio, de supervivencia...
Por cierto, se ubica en Cuba y se evoca la dictadura de Batista, la Revolución y el fracaso de la invasión estadounidense en la Bahía de los cochinos.
También habla de música, de escritura y de lo que más se transmite por estos medios: el amor!
Y de telenovela, y de traición, y de olvido y de mosaico...
No digo nada y lo digo todo pero no puedo decir más porque destrozaría una de las virtudes de esta historia: ¡el suspense! Hasta la última palabra.
Obviamente, he leído muchos autores franceses y pocos autores hispano-latinoamericanos; seis o siete como mucho. De manera general, lo que me fascina en la literatura francesa es su belleza, su "glamour", su toque tan francés que ni yo podría explicar... Y lo que me trasciende en la literatura hispanófona es el canto de sus palabras y esa capacidad que tienen los autores de coger nuestras tripas y retorcerlas con el hilo de una historia e intriga.
Boris Izaguirre, en su forma de escribir, representa esto perfectamente.
Y como se dice en francés:
"A bon entendeur,
Salut."